Por: Rafael Hernández
Bolívar
La Almiranta en Jefe, Carmen Meléndez, Ministra del Poder
Popular para la Defensa, dijo la semana pasada que, víctimas de disparos
generados por las situaciones vandálicas que azotaron el país, habían sido
muertos cuatro guardias nacionales y heridos más de setenta. El número aumentó
el fin de semana con la muerte de un sargento en Mérida. Ha dicho “No somos represores. Nos
duelen las bajas, pero seguiremos adelante”. El comandante general de la
Guardia Nacional Bolivariana, Justo Noguera Pietro, dijo: “Los periodistas no
pueden ser detenidos”.
Si, por una parte, los Guardias Nacionales están armados
“hasta los dientes” y, por otra, los “pacíficos” ciudadanos promotores de
guarimbas carecen de armas y de intención de causar daño, ¿por qué los muertos
y la mayoría de heridos de bala pertenecen al primer grupo y no al segundo? ¿Es
que se disparan a sí mismos? ¿Es que los guarimberos son ágiles
esquivadores de balas? ¿Tienen siete vidas?
¿No será, más exacto, decir que la Guardia Nacional, no
dispara, y que sacrifica sus propios hombres para cumplir con el sagrado deber
de respetar la vida y los demás derechos humanos de los manifestantes? Han
soportado, estoicamente, insultos, todo tipo de objetos arrojadizos, sustancias
fétidas y nauseabundas, etc. Sin embargo, son presentados por la “gran prensa”
como despiadados represores y torturadores.
Es la hora de que cada venezolano entienda lo que está a la
vista de todos: No se trata de protestas. Se trata de un frontal y descarado
intento de acabar con la democracia venezolana e imponer un régimen a imagen y
semejanza de los intereses del imperialismo.
Hay que llamar las cosas por su nombre. Un periodista no
puede ser detenido por ejercer su profesión. Tampoco un médico por curar a
enfermos o un albañil por pegar bloques. Pero un periodista que arroja
maceteros a policías es un delincuente como lo es también un albañil que
utiliza los ladrillos no para construir casas sino para arrojárselos a la
cabeza de los guardias nacionales.