Por: Rafael Hernández Bolívar
El CNE acaba de concluir la auditoría
que sobre el proceso electoral del 14 de abril había solicitado la oposición.
El mismo día de las votaciones, la auditoría abarcó el 54% de las mesas y ahora
se trataba de hacer las evaluaciones y comparaciones de rigor en el 46%
restante y así cubrir el 100% de las mesas.
El informe final del CNE no sólo
confirma claramente como válidos los resultados del 14 de abril sino que,
adicionalmente, echa por tierra hipótesis y acusaciones que los negadores de la
institucionalidad y la trasparencia del proceso electoral habían puesto a
circular para abonar la tesis de un supuesto fraude electoral. Comenzando por
el propio candidato derrotado que el mismo día de las elecciones dijo que él
tenía un “resultado distinto”; pero, ese día no mostró los supuestos resultados
distintos ni cómo los habría obtenido. Tampoco en los días que median entre el
14 de abril y la fecha de hoy.
Disparada la actitud negadora,
abalada por la fuerza mediática de la derecha criolla y la internacional, se
desgajó en actos de violencia que segaron la vida de venezolanos humildes,
luchadores, revolucionarios.
Pero las "pruebas" de
fraude se fueron cayendo una tras otras y la última estocada mortal la reciben
de este informe de la auditoría final del CNE: No hay irregularidades, no hay
muertos que voten, no hay discrepancias numéricas entre las actas y los votos,
no hay duplicidad de huellas. Y, si a cada huella un voto, ¿cuál es el sentido
de revisar cuadernos? Esos son los votos y punto. El que ganó, ganó y el que
perdió, a recoger su gallo muerto. Súmese el ridículo que hicieron en su triste
peregrinar internacional.
Los poquísimos hechos incongruentes,
además de irrelevantes por su número, explicables por conductas necias. Un
ejemplo: poquísimos votantes que se la ingeniaron para no colocar su voto en la
urna y se lo comieron o escondieron hábilmente. La disociación sembrada en
fanáticos de la oposición los hizo comedores de papel.