Por: Rafael Hernández Bolívar
Lo mínimo que pueden esperar los caraqueños de un aspirante
a dirigir la Alcaldía del Municipio Libertador es que ese candidato tenga un
conocimiento profundo, comprensivo y vivencial de la realidad geográfica,
económica y social de Caracas. Verán con justificado desdén a quienes caen cual
paracaidistas sobre su cotidianidad de lucha, trabajo y dificultades. No
encontrarían arraigo en sus proposiciones ni podrían reconocer en sus gestos la
solidaridad nacida de quienes se encuentran en las trincheras defendiendo o
conquistando reivindicaciones. Esa es la tragedia de algunos de los
precandidatos de la oposición para Caracas.
Antonio Ecarri es valenciano. Pero, a las carreras, ha
devenido en improvisado caraqueño. Su curriculum vitae habla de sus estudios en
Valencia, por lo menos, hasta 1999. Es decir, que su infancia, adolescencia y
juventud las vivió en esa ciudad. Recién se está familiarizando con Caracas, con
su geografía, su división territorial, sus problemas, su gente, sus tradiciones
culturales; recién ha puesto al día sus cambios en el Registro Electoral, etc.
Las consecuencias de este cursillo intenso es una indigestión de datos inconexos,
superficiales, sin estructura. Indigestión que no puede ocultar la intensa
campaña mediática que promueve su precandidatura por la MUD a la Alcaldía
Libertador.
En el fondo se trata de una concepción de la política y de
los electores. ¿Dónde se ganó Ecarri el derecho a ser precandidato y pugnar por
ser el Alcalde de Caracas? ¿Es un líder surgido de las luchas del pueblo,
comprendiendo sus problemas y dirigiendo sus luchas? ¿Acaso de un conocimiento
profundo de sus peculiaridades y de la elaboración de propuestas originales y
plausibles surgidas de ese conocimiento? ¿Una compenetración con sus habitantes
y sus ajetreos cotidianos? Nada indica que de allí derive su liderazgo. Más
bien parece que hunde sus raíces en la tradición cogollérica de los partidos
venezolanos; en la habilidad para asociarse con la gran prensa y la televisión
y para colarse en fundaciones e instituciones y ponerlas a trabajar a favor del
proyecto personal.
No obstante, estas gruesas deficiencias las supera con
creces su vocación de zamuro. Vuela a la caza de la carroña. De un fogonazo
vislumbra la tragedia y se lanza raudo sobre ella en aras de sacar algún
provecho. Si los fuertes aguaceros abren un hueco en la vía o vuelan una
alcantarilla, allí aparece presuroso Antonio Ecarri para tomarse la foto de
rigor. Si de una víctima de la delincuencia se trata, allí estará sacándole a
sus mofletes una expresión cariacontecida que pueda darle algún dividendo
político. Su capacidad para aprovecharse de los muertos ya quedó ampliamente demostrada
en la gestión depredadora que ejerció sobre la Fundación Uslar Pietri.
Esta Fundación trastocó su noble misión cultural en una vulgar plataforma de
proyección política y convirtió al venerable escritor en un proselitista post
mórtem de las ambiciones personales del señor Ecarri. (Ver: http://www.aporrea.org/actualidad/a130906.html).
La incursión del día de hoy es cuestionar una frase
inobjetable del Alcalde Jorge Rodríguez sobre los trabajos de ornato y
seguridad que se han desarrollado en el casco central de Caracas y, como
consecuencia de ello, el clima humano que
progresivamente se está conquistando en este sector de la ciudad. Ecarri salió diligente
a buscar muertos que desmintieran esa afirmación y ante la ausencia de éstos,
extendió el casco central hasta San Martín y Antímano y allí hurgó hasta
conseguir crímenes que le permitieran poner en duda la afirmación del Alcalde.
El punto medular es que quienes durante años hemos sido
asiduos visitantes del centro de Caracas –que no es el caso de Ecarri- si
podemos distinguir entre un centro caótico, carreras y gritos frecuentes,
buhoneros perseguidos por la policía, los gritos de “agárrenlo” ante un
delincuente que huye, la desesperación de una dama ante el arrebatón de su
cartera, un atraco con disparos, etc., y otra imagen de la ciudad más amigable,
con edificios restaurados, opciones culturales, presencia policial, crecimiento
del espacio público, etc. El mismo alcalde, lejos de minimizar el problema de
la inseguridad ha dicho con toda propiedad que es un problema estructural en
donde a pesar de los esfuerzos realizados aún hay mucho trabajo por delante y
sigue siendo una prioridad para su gestión. Pero es innegable que, por lo
menos, en el centro de Caracas se vislumbran cambios hacia una ciudad posible,
humana, hermosa.