miércoles, febrero 25, 2015

Amor comprado


Por: Rafael Hernández Bolívar

La peor prensa española ha echado mano de cuanto sujeto tenga algo pernicioso que decir del país o del gobierno venezolanos. Nacido o no en la patria de Bolívar. Lo importante es que presente al país como una "catástrofe provocada por la Revolución Bolivariana" y exagere al máximo las dificultades o las carencias reales o ficticias. En la historia del periodismo español nunca Venezuela ha tenido una presencia tan constante y una imagen negativa trabajada con tanta dedicación y ahínco como la que tiene ahora.
Así, vemos a un molesto Bertín Osborne describiendo las peripecias de las que se vale para “hacer llegar algo de comida” a su suegra caraqueña que, de otra manera, según miente, se moriría de hambre. O, a Boris Izaguirre preocupadísimo por la posibilidad de que España pase “por la terrible experiencia que sufre mi país”.
Y es precisamente este último personaje quien da título a este artículo. Cuando le preguntan si echa de menos a Caracas, confiesa paladinamente: “Me siento muy español. Este país me ha dado todo lo que mi país no supo darme”. Con semejante confesión uno se pregunta si no es razón suficiente para que toda persona digne descalifique lo que este señor pueda decir sobre Venezuela.
Precisamente en nuestro país hemos aprendido a valorar a aquellos emigrantes que aportan su talento y su trabajo a la construcción de su nueva patria, mostrándose agradecidos por las oportunidades que se le ofrecen; pero, también conservando su amor e identidad con el sitio donde han nacido. Creemos que tales sentimientos son auténticos y, por esa misma razón de dignidad –no rastrera adulación– les estimamos.
Por supuesto, ese afán de la prensa derechista no es gratuita. Creen espantar sus miedos al cambio en España mostrando una imagen distorsionada y falsa de Venezuela. Ingenuamente piensan que, si los españoles llegan a creer el cuento, no votarían por quienes proponen reivindicaciones y cambio. 
La buena noticia es que parece que no le hacen mucho caso porque Podemos ya apunta como primera fuerza y su ascenso luce imparable.

domingo, febrero 22, 2015

Mami, ¿qué será lo que quiere María Corina?


Por Rafael Hernández Bolívar

Las palabras y, sobre todo, las acciones de María Corina Machado, bien por iniciativa propia o por mandato de sus jefes imperiales, parecen no dejar dudas de que sus verdaderas pretensiones es acabar con la democracia y la institucionalidad derivadas de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, cargándose de paso las esperanzas y las reivindicaciones del pueblo. Sin embargo, los exabruptos y el reiterado fracaso que acompañan sus incursiones políticas parecen responder a otras motivaciones y tener una fuente de alimentación diferente a lo ideológico y a lo político.

María está rabiosa
Hay algo que es característico de la expresión facial, la actitud corporal, los gestos y las palabras de María Machado: La rabia. Ni siquiera la ira como respuesta humana de indignación ante un hecho que se considera injusto o inmerecido, se tenga razón o no en ello. Me refiero a la respuesta animalesca, visceral, que obnubila, bloquea el pensamiento, distorsiona la percepción y desemboca en conductas azarosas y desacertadas que pueden provocar daño en la propia persona o en terceros.
Uno podría creer que esto responde al guión del personaje que decidió imitar: Margaret Thatcher, la llamada dama de hierro. De ella había copiado ya la expresión “capitalismo popular” con el que pretendió embaucar a inocentes en su pasada campaña electoral. Como dice la gente de teatro, “se metió en el personaje”, pues. Pero la firmeza de la señora Thatcher no requirió de esas expresiones destempladas y descompuestas sino de su capacidad para aglutinar la rancia derecha inglesa y sus intereses de gran capital. Si algo bueno puede decirse de semejante enemiga de los trabajadores y de los pueblos y amiga de dictadores de la calaña de Pinochet es que ni aún en las mas acaloradas discusiones perdía su flemática compostura.
La cara abotagada, las venas a punto de estallar, el rostro rígido, los labios fruncidos que dejan asomar los dientes amenazantes y los ojos terriblemente fieros no tienen que ver con un planteamiento político sino con necesidades humanas de otro tipo.
Es verdad que en algunas oportunidades, en poquísimas oportunidades, le hemos visto sonreír, como cuando al salir de la célebre oficina oval se mostró alegre y gozosa al lado de su jefe Bush. Pero, en la mayoría de las ocasiones, aun en las congeladas sonrisas buscavotos de campañas electorales, lo siempre fiel es su cara de cañón.

María se destapa
Pero esa rabia obedece más bien a la frustración; a la malcriadez del niño acostumbrado a obtener lo que quiere  con una pataleta y que hoy el objeto deseado luce inalcanzable por más que se revuelque en el suelo.
En cuanto a manifestaciones concretas de querer acabar con todo, María Machado tiene una larga estela, a saber: La firma del decreto de Carmona que pisoteaba la voluntad popular al destituir a los miembros de la Asamblea Nacional, del Tribunal Supremo de Justicia, del Consejo Nacional Electoral y de cuanto poder público existía para el momento. Los llamados a paro y su convocatoria a tomar la calle. El desconocimiento de los resultados electorales, del Poder Electoral y del Presidente Maduro. La conspiración del año pasado y la representación diplomática de un país distinto a su patria para aprovechar un escenario internacional desde el cual cubrir de ignominia al pueblo y al gobierno de Venezuela. Y, finalmente, su papel en la última escaramuza conspirativa del mes en curso y el patético documento Acuerdo Nacional de la Transición.
El problema es que esa malcriadez tiene consecuencias políticas, sociales, económicas y hasta de tranquilidad pública que sufrimos todos los venezolanos. Ni la más profunda condescendencia cristiana podría perdonar tanto abuso y tanto perjuicios causados por esas rabietas.

Hambre de caricias
Cuando María Machado hizo aquel papelón de interrumpir el discurso del Presidente Chávez a la Asamblea Nacional no pude menos que recordar a psicólogos de la gestalt como Berne, James y Jongeward quienes popularizaron en la década del setenta conceptos como transacciones psicológicas, necesidad de reconocimiento y hambre de caricias. El ser humano desde su nacimiento necesita ser tocado, reconocido, saciado en esta necesidad a través de caricias físicas o simbólicas. A tal punto que niños privados tempranamente de contacto físico se ven perjudicados en su crecimiento, en sus habilidades motoras, en el lenguaje y en su capacidad de integración social.
En aquella ocasión,  al verla sola, tensa, gesticulando agresiones y articulando expresiones de reto, honestamente, no vi desplante alguno, insolencia o audacia. Sólo percibí un grito de ayuda: “¡Mírenme, estoy aquí! ¡Tóquenme con sus miradas, con sus palabras! ¡Reconózcanme!”.
Cuando hoy veo sus declaraciones en televisión o las escucho por la radio, de nuevo siento que sus mensajes van dirigidos en un sentido distinto a lo político, a lo racional, a lo objetivo. En realidad, no soy el primero que apunta esta sospecha. Ya el médico Roger Capella la bautizó “ánima sola” y la asoció a un personaje de una desquiciada pueblerina “que no escuchaba ni oía a nadie. Sólo hablaba y repetía cosas sin sentido. ... La inmensa mayoría la ignoraba”.
Creo que quienes le hemos criticado, bien desde la izquierda o de sus propias filas de la derecha, hemos perdido el tiempo intentando estructurar una discusión de ideas, principios y programas políticos. En realidad, uno termina preguntándose: ¿no será que María anda buscando otra cosa, necesitando otra cosa, más humana, más íntima?
DIARIO VEA

domingo, febrero 15, 2015

La derecha contra Grecia


Por Rafael Hernández Bolívar

La derecha internacional ha cerrado filas contra el pueblo y el gobierno de Grecia. No es poco lo que allí se juega para el futuro de Europa. No sólo apuesta al fracaso de la experiencia griega sino que ya trabaja descaradamente para frustrar sus esperanzas. Un triunfo de Syriza fortalecería otros procesos y renovaría la fe perdida de pueblos azotados por ocho largos años de crisis económica.

El lenguaje, el primer fraude
Los intereses del capital todo lo pervierten y el lenguaje no podía estar a salvo. Convirtieron el noble concepto encerrado en la palabra austeridad, de claro contenido moral, en mampara para ocultar sus descarnados fines crematísticos. Austero está asociado a la modestia en las costumbres y las acciones: cubrir las necesidades fundamentales sin excesos ni gastos innecesarios. 
Usan esta palabra para referirse a las políticas que imponen los organismos financieros europeos. Pero suprimen un aspecto clave de su significado: “cubrir las necesidades fundamentales” y conservan sólo lo relativo a recortes, sacrificios y limitaciones. De esta manera la austeridad termina siendo recortes al presupuesto en necesidades básicas: educación, salud, alimentación y atención a los sectores más vulnerables.
Les parece excesivo gastar en seguridad social; pero, por el contrario, juzgan como gasto necesario rescatar los bancos en quiebra y, por esta vía, transformar la deuda privada de los banqueros --que deberían honrar con sus capitales--, en deuda pública que pague toda la sociedad.
Eso es exactamente lo ocurrido en los países europeos que hoy tienen mayores dificultades: Grecia, España y Portugal. Los quebraron, los endeudaron, acentuaron sus problemas y cercenan el flujo de dinero necesario para su recuperación. En España, por ejemplo, el gobierno de Rajoy redujo el presupuesto de Educación en 3.000 millones de euros y el de Sanidad en 7.000 millones, a la par que para rescatar un solo banco (Bankia) utilizó “23.465 millones de euros de ayudas públicas directas y es el rescate más caro en la historia de España”. (ABC)
Debemos denunciar este fraude lingüístico: Donde se escriba “políticas de austeridad” debemos leer “políticas de miseria”, pues no reducen el exceso sino que incrementan la pobreza.

El soldado Mario hace su trabajo
Justificó la invasión imperialista a Irak, difama a la Revolución Bolivariana en Venezuela y, por supuesto, el soldado Mario, en perfecta concordancia con el gran capital, ataca al incipiente proceso que se gesta en Grecia. 
Vargas Llosa tiene un pensamiento político reaccionario y asombrosamente atrasado. Pero sus opiniones sobre Grecia son ya francamente trogloditas, desinformadas, cavernarias, por decir lo menos.
Nada le importa la democracia. Le recomienda a Tsipras que, “ahora que tiene responsabilidades de Gobierno”, archive las promesas electorales y se dedique a aplicar las políticas de recorte y hambre aprobadas por la Troika (CE, BCE y FMI).  “Si no lo hace –amenaza- se enfrenta a la bancarrota, a salir del euro y de la Unión Europea y a hundirse en el subdesarrollo”, como si Grecia se encontrara en situación boyante y de desarrollo pleno.
Contra todos los datos económicos que demuestran lo contrario, Vargas Llosa hace esa recomendación convencido de que la culpa del desastre griego la tienen los griegos y no las políticas impulsadas por Alemania y los organismos mencionados. No mira los datos que dicen que esa política “talla única” hundió aún más a los países que estaban en peor situación: España, Portugal y Grecia y ha sido el mecanismo usado por el gran capital para convertir la deuda privada  en deuda pública.
Más le valdría a los dirigentes de Syriza prestar oídos a Joseph Stiglitz -que sin duda sabe más de economía que la desvergonzada ignorancia de Vargas Llosa en esta materia. Afirma  Stiglitz que “si Europa le dice no a la demanda de los votantes griegos en cuanto a cambio de rumbo, esta diciendo que la democracia no es importante”.
Hay dos afirmaciones finales de Vargas Llosa que causan sonrojo y vergüenza ajenas: Una, su confesión eurocentrista expresada en el mohín de escándalo que significa la posibilidad de que la “culta Europa” caiga en reivindicaciones populares propias del tercer mundo. Otra, demostrando, por lo demás, su desmemoria histórica, afirmar que Alemania alcanzó su nivel de prosperidad a base de grandes esfuerzos, “sin quejarse, ni pedir ayuda a nadie, sólo mediante el empeño y estoicismo de sus ciudadanos” y, en consecuencia, Alemania y el resto de Europa no tienen por qué pagar la “irresponsabilidad” de los dirigentes griegos.
Desechemos por ahora el síndrome de minusvalía racial o regional que atormenta a Vargas Llosa. Centrémonos en la segunda afirmación. Precisamente Alemania es el mejor ejemplo de cómo la solidaridad puede fomentar el crecimiento económico en un país devastado. Después de la Segunda Guerra mundial, a ese país le fue condonada el 60% de su deuda y la restante acomodada en largas cuotas que se prolongaron hasta la segunda década del siglo XXI. Sin ello no hubiese hoy la recuperación y la prosperidad alemanas. Y, en el caso de los dirigentes alemanes, la responsabilidad de haber ocasionado tantas muertes es moralmente muchísimo más grave que la de asumir deudas excesivas de los dirigentes griegos.
En fin, a Mario Vargas se le han multiplicado los frentes. Ahora, además de atacar con mentiras y simulaciones a Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Brasil, Argentina y Cuba, tiene que vérselas también con los griegos y, por si fuera poco, en el horizonte español se anuncia una aurora de batallas.

miércoles, febrero 11, 2015

El troglodita Vargas Llosa


Por Rafael Hernández Bolívar

Vargas Llosa tiene un pensamiento político reaccionario y asombrosamente atrasado. Pero sus opiniones sobre los aires de cambio que en este momento se están impulsando en Grecia son ya francamente trogloditas, desinformadas, cavernarias, por decir lo menos.
En exhibición pasmosa de lo en verdad piensa y le importa la democracia, le recomienda a Tsipras que, “ahora que tiene responsabilidades de Gobierno”, archive las promesas electorales por las cuales recibió el apoyo del pueblo y se dedique a aplicar las políticas de recorte y hambre aprobadas por la Troika (CE, BCE y FMI).  “Si no lo hace –amenaza Vargas Llosa- se enfrenta a la bancarrota, a salir del euro y de la Unión Europea y a hundirse en el subdesarrollo”, como si Grecia se encontrara en situación boyante y de desarrollo pleno.
Por si fuera poco, contra todos los datos económicos que demuestran lo contrario, Vargas Llosa fundamenta esa recomendación en su convencimiento de que la culpa del desastre griego la tienen los griegos y no las políticas impulsadas por Alemania y los organismos mencionados. No mira los datos que dicen que esa política “talla única” hundió aún más a los países que estaban en peor situación: España, Portugal y Grecia y ha sido el mecanismo usado por el gran capital para convertir la deuda privada  en deuda pública.
Más le valdría a los dirigentes de Syriza prestar oídos a Joseph Stiglitz -que sin duda sabe más de economía que la desvergonzada ignorancia de Vargas Llosa en esta materia. Afirma  Stiglitz que “si Europa le dice no a la demanda de los votantes griegos en cuanto a cambio de rumbo, esta diciendo que la democracia no es importante”.
A Mario Vargas se le han multiplicado los frentes. Ahora, además de atacar con mentiras y simulaciones a Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Brasil, Argentina y Cuba, tiene que vérselas también con los griegos y, por si fuera poco, en el horizonte español se anuncia una aurora de batallas.