miércoles, noviembre 28, 2012

¿Cuánto vale la jerarquía de transparencia?



Por: Rafael Hernández Bolívar
rhbolivar@gmail.com
El Ayuntamiento de Sabadell, un municipio español de la Provincia de Barcelona,  recibió el año pasado un reconocimiento destacadísimo de la ONG Transparencia Internacional. Nada menos que la valoración de ayuntamiento más trasparente de toda España. Así lo reseñaba: "Sabadell ha alcanzado el 100% de los indicadores de transparencia en todos los ámbitos analizados, y la primera posición entre los 110 principales ayuntamientos de España".

Un año después, integrantes de ese mismo ayuntamiento, incluido su alcalde, han sido imputados como responsables de una mafia de corrupción que incluía, entre otros actos delictivos, mordidas iniciales a contratistas por un monto mínimo de doce mil euros por operación, más un tres por ciento adicional sobre el valor final de las obras contratadas. Y no se trata de que sean funcionarios distintos correspondientes a gestiones diferentes. No. Son integrantes de la misma gestión premiada y celebrada con tanta solemnidad y respeto: Máximo valor de transparencia.

ONGs como Transparencia Internacional, o empresas de evaluación de riesgos, o instituciones relacionadas con los derechos humanos, se nos han venido revelando como un fraude: Instrumentos para avalar países o gestiones de acuerdo a los intereses de sus promotores.  Sus opiniones o estudios se convierten  en dictámenes inapelables para la descalificación de países en el plano internacional o para el apuntalamiento de aquellos gobiernos nacionales o municipales que respondan a los intereses o modelos de tales organizaciones.

Tenemos razones más que suficientes para rechazar sus informes –en su oportunidad Clodosbaldo Russián denunció esos informes como manipulados y exentos de metodología científica-.

El gobierno venezolano ha sido víctima preferida de esta ONG quien en sus calificaciones coloca a nuestro país en los niveles más alto de percepción de la corrupción, a la par que otorga las más altas calificaciones de transparencia a los gobiernos regionales en manos de la oposición.

El caso Sabadell demuestra que, cuando menos,  las opiniones de Transparencia Internacional y sus respectivos capítulos nacionales, no valen nada.

viernes, noviembre 23, 2012

Del país de los igualados al país de los iguales



Por: Rafael Hernández Bolívar

En la década de los ochenta, un amigo mexicano expresó, medio en serio, medio en broma: “A mí lo que me sorprende de este país es que todos ustedes son unos igualados”. Con ello se refería a que los venezolanos no estamos dispuestos a atribuirle superioridad alguna a nadie porque tenga más dinero, o mayor nivel de instrucción, o tenga un apellido de abolengo, o cualquier otra circunstancia diferenciadora o discriminatoria. Todo venezolano siente que nadie “es más que otro”.

Lo que le sorprendía era que tal sentimiento no correspondía a una situación objetiva: La realidad era que había diferencias visibles en el acceso a la educación, en la administración de justicia y, sobre todo, en la distribución de los ingresos. En resumen, valoraba la rebeldía de no aceptar una situación de hecho que negaba lo que establecía la Constitución Nacional: La igualdad de todos, sin espacios para la discriminación de ningún tipo., sea social, política, religiosa o económica.

Por supuesto, nuestro amigo mexicano desconocía las peculiares incidencias de nuestra historia que han dado origen a esa situación que contrasta mucho con otras sociedades latinoamericanas de más acentuada discriminación. No tenía presente, por ejemplo, el papel uniformador que cumplió lo que  algunos historiadores llaman “la rebelión popular de 1814” y las prácticas de José Tomás Boves, aun con su carga despiadada y cruel sobre los mantuanos de la época.
Hoy, aun con los avances innegables de la Revolución Bolivariana, estamos distantes de una sociedad de iguales no sólo ante la ley sino en el desempeño diario de la vida ciudadana. Pero, sin duda, medidas concretas tomadas en este proceso abren posibilidades de igualdad y capacitan  para el real ejercicio de todos los derechos. Cada vez somos menos igualados y más iguales.