viernes, marzo 31, 2006

El remedio


Por: Rafael Hernández Bolívar
Si en algún momento le invade un sentimiento de incertidumbre sobre la orientación del proceso revolucionario venezolano y duda si las cosas que se están haciendo corresponden a lo que debe hacerse, me voy a permitir recomendarle un remedio infalible de cuya efectividad pueden dar testimonio muchos amigos.

Simplemente haga un paseo por los programas de opinión de la derecha opositora. Verá que el restablecimiento de su fe revolucionaria es inmediato y su pasión y compromiso con los cambios en Venezuela se incrementarán proporcionalmente a la dosis de comentarios escuchados. Eso si, no abuse porque puede intoxicarse.

Veamos, un ejemplo concreto. El pasado martes con motivo de la renuncia de Jorge Rodríguez se produjeron manifestaciones en respaldo al Presidente del CNE, particularmente una gran concentración a las puertas del organismo electoral. En este evento, una señora del pueblo que allí estaba gritó a los periodistas de Globovisión “Periodistas malditos. Embusteros.” Y otras palabras de subido calibre. De inmediato, otros manifestantes apoyaron los primeros gritos, agregándole sus propias expresiones, mientras un grupo apaciguaba los ánimos y evitaba que las cosas pasaran a mayores.

Seguidamente todos los canales comerciales y cuanto espacio radial o escrito fuese ocupado por los opositores señalaban lo ocurrido como una muestra fehaciente de la “prédica intolerante del Presidente Chávez”, rematando en términos dramáticos y apocalípticos “¡Se acabó el periodismo independiente en Venezuela! ¡En esas condiciones de riesgo e inminente peligro no se puede ejercer el periodismo!”

Sin embargo, ese mismo día, al otro lado del mundo, en Francia, en el marco de una manifestación laboral, periodistas son despojados de cámaras y micrófonos y reciben una auténtica serenata de golpes, empujones y agresiones físicas. Inevitable preguntarse, ¿será que la prédica chavista prendió en los trabajadores franceses? ¿O no se trata más bien de que la exigencia de una auténtica prensa objetiva, equilibrada y no manipuladora es hoy una exigencia universal?

Con una diferencia: En Venezuela somos más pacíficos y nos limitamos a gritarles unas cuantas verdades en sus caras.

sábado, marzo 25, 2006

Venezuela premiada


Por: Rafael Hernández Bolívar
La proyección internacional de Venezuela ha recibido dos formidables apoyos en igual número de premios que recientemente se han asociado con nuestro país. El primero, la coronación máxima de Mejor Escuela de Samba a Vila Isabel, escuela que durante el Carnaval de Río desfiló con una imagen gigante de Bolívar, presidiendo figuras alusivas a líderes y pueblos latinoamericanos. El segundo, el Premio Internacional White Dove, otorgado a Venezuela “por el apoyo humanitario a la comunidad pobre estadounidense con el suministro de combustible a bajo costo”.

Estos premios contribuyen a la proyección internacional de la Revolución Bolivariana en términos de dos de sus valores fundamentales: La solidaridad entre los pueblos y la integración latinoamericana. También revelan una nueva concepción de la estatal petrolera que asume roles trascendentes y humanitarios, profundamente identificados con el pueblo venezolano.

Pero no es sólo una cuestión de imagen internacional –que, sin duda, tiene su importancia en la conquista de una mejor apreciación de lo que hacemos y contrarrestar así las campañas de difamación y desprestigio adelantadas por los intereses imperialistas-. Es también una contribución a la conciencia mundial sobre la significación de estos valores y su necesaria actualidad.

El huracán Katrina puso al descubierto la tragedia de la pobreza en el país más poderoso del mundo, cuya dinámica capitalista no puede menos que producir exclusión para un sector de sus ciudadanos. El gesto del gobierno del Presidente Chávez ha contribuido a que los hombres de buena voluntad en todo el mundo y, en particular, en los mismos EEUU, vuelquen sus ojos sobre esta realidad.

La exaltación de los valores latinoamericanos en el marco de una gran fiesta popular es una experiencia extraordinaria de reconocimiento mutuo, de celebración de nuestra identidad, de hermanarnos en la alegría y la esperanza. El mensaje de integración es inobjetable, sincero y bolivariano. Por: Rafael Hernández Bolívar

La proyección internacional de Venezuela ha recibido dos formidables apoyos en igual número de premios que recientemente se han asociado con nuestro país. El primero, la coronación máxima de Mejor Escuela de Samba a Vila Isabel, escuela que durante el Carnaval de Río desfiló con una imagen gigante de Bolívar, presidiendo figuras alusivas a líderes y pueblos latinoamericanos. El segundo, el Premio Internacional White Dove, otorgado a Venezuela “por el apoyo humanitario a la comunidad pobre estadounidense con el suministro de combustible a bajo costo”.

Estos premios contribuyen a la proyección internacional de la Revolución Bolivariana en términos de dos de sus valores fundamentales: La solidaridad entre los pueblos y la integración latinoamericana. También revelan una nueva concepción de la estatal petrolera que asume roles trascendentes y humanitarios, profundamente identificados con el pueblo venezolano.

Pero no es sólo una cuestión de imagen internacional –que, sin duda, tiene su importancia en la conquista de una mejor apreciación de lo que hacemos y contrarrestar así las campañas de difamación y desprestigio adelantadas por los intereses imperialistas-. Es también una contribución a la conciencia mundial sobre la significación de estos valores y su necesaria actualidad.

El huracán Katrina puso al descubierto la tragedia de la pobreza en el país más poderoso del mundo, cuya dinámica capitalista no puede menos que producir exclusión para un sector de sus ciudadanos. El gesto del gobierno del Presidente Chávez ha contribuido a que los hombres de buena voluntad en todo el mundo y, en particular, en los mismos EEUU, vuelquen sus ojos sobre esta realidad.

La exaltación de los valores latinoamericanos en el marco de una gran fiesta popular es una experiencia extraordinaria de reconocimiento mutuo, de celebración de nuestra identidad, de hermanarnos en la alegría y la esperanza. El mensaje de integración es inobjetable, sincero y bolivariano.

jueves, marzo 16, 2006

La trocha al hecho


Por: Rafael Hernández Bolívar

Estuvo lista en el tiempo previsto. La gente bajó a las playas. Los comerciantes del litoral vieron disminuidas sus angustias. Los varguenses, aunque el ritmo estará restringido y no recuperará la normalidad hasta que se construya un nuevo viaducto, retornan a sus labores y sus viajes a Caracas serán menos tortuosos y más puntuales. Con ello se acaban las letanías y pronósticos catastróficos con que los opositores del gobierno aspiran a la caída del respaldo popular a Chávez.

La oposición decía que la fractura del viaducto era el paradigma de la incapacidad del gobierno y su absoluta imprevisión tendría consecuencias económicas terribles para el país y, particularmente para el Estado Vargas, peor que las que tuvo el deslave de 1999.

Por supuesto, nada decía de los esfuerzos por recuperar la estructura y salvar el puente, las enormes inversiones hechas, el control de la situación que garantizó transitar con seguridad, sin riesgo para los transeúntes, hasta el último momento; de la recuperación de la carretera vieja que permitió enfrentar con sacrificios, pero, objetivamente con algún alivio, el cierre del viaducto; de los trabajos hechos en la carretera de Galipán y de Carayaca; de las ayudas financieras directas para amortiguar el efecto económico sobre el pueblo trabajador.

Pero, sobre todo, la oposición minimizó el hecho cierto de que el desplazamiento del cerro y la presión ejercida sobre el viaducto se debía entre, otras cosas, al drenaje de los ranchos construidos en cuarenta años de “democracia”; ni mencionó la desidia con que los gobiernos cuartorrepublicanos asumieron el mantenimiento de la infraestructura vial del país ni los efectos terribles de un clima desquiciado por las alteraciones atmosféricas del planeta.

La prédica opositora no podía tener efecto alguno porque no arranca de la crítica sino de la mala intención. Su animadversión es demasiado evidente y, ante una acusación a todas luces gratuita e injusta, la nobleza del venezolano no puede menos que rechazarla, o cuando menos, castigarla con la indiferencia. Vale decir la oposición no hace crítica. Sólo ataca a mansalva y así, toda persona noble y sensata, opta por marcar distancias y hacerle un vacío.

sábado, marzo 11, 2006

Zamora, el delator

Por: Rafael Hernández Bolívar


Ezequiel Zamora -quien hasta ayer nomás fungía de equilibrado miembro del CNE-, deviene hoy en furibundo militante opositor. Radical y sin concesiones, arremete contra sus copartidarios que no muestran toda la intransigencia y la obcecación que es propia de una oposición que se respete a sí misma. Más aún, en clásico chantaje, amenaza con publicar las fotos que registran el delito de dirigentes opositores reunidos con el Vice-Presidente Rangel. De esta manera, aspira disuadir y convencer.

Inconsecuencia y falsedad son palabras que describen esta conducta. Inconsecuencia con la exigencia de diálogo que hace el país. Prefieren continuar con la acusación incierta de que este gobierno no escucha a la oposición, que no es capaz de reunirse con los sectores que le adversan y establecer acuerdos mínimos de convivencia, como es usual en toda sociedad democrática. Para que el discurso tenga sentido hay que impedir a toda costa las acciones de diálogo y fortalecimiento institucional promovidas por el gobierno. Hay que sabotear las reuniones con exigencias insensatas; hay que fichar y estigmatizar como delincuentes a los dirigentes que pretendan acogerse al juego democrático y al marco institucional. Y exponerlos al odio público.

Pero revela también la gran falsedad con que asume alguna gente las funciones del Estado y los valores de la democracia. Zamora, cuando ejerció el cargo de miembro del CNE, asumía poses de independiente, por encima del bien y del mal, que llamaba al entendimiento entre las partes y la necesaria defensa de los intereses y derechos de todas las organizaciones políticas. En él se afianzaba la oposición para señalar lo que deberían ser los miembros del organismo electoral: Demócratas, tolerantes, equilibrados, consensuales como Ezequiel Zamora.

Pero todo era una máscara, una pose que permitía explotar esta imagen institucional mientras se acomodaban resoluciones y mecanismos a la medida de los intereses del bando al que pertenece.

Al salir del CNE, ya no necesita fingir.